top of page

Rincon de la Fidelidad

Biografía de nuestras hermanas que ya están en la casa del Padre

 

La meta a la que aspira la Iglesia es la “Jerusalén nueva”, el “Paraíso” o el Cielo, como comúnmente se le conoce. Pero “más que de un lugar, se trata de un ‘estado’ del alma, en el cual nuestras expectativas más profundas serán cumplidas de manera superabundante y nuestro ser,

como criaturas y como hijos de Dios, alcanzará la plena maduración. Aquellos que ya viven en la presencia de Dios, de hecho, nos pueden sostener e interceder por nosotros, rezar por nosotros.

Los cristianos también están invitados desde la tierra a “ofrecer buenas acciones,

oraciones y la Eucaristía” para “aliviar las tribulaciones de las almas

que todavía están esperando la beatitud sin fin.

SS.  Francisco

Este rinconcito, queremos que sea un homenaje a nuestras hermanas que nos precedieron a la casa del Padre. Cada una, como nosotros, fue enriquecida de parte de Dios, con los dones necesarios, para responder a la vocación a la cual fueron llamadas desde el seno de su madre. Y para nosotras serán siempre ejemplo de fidelidad y perseverancia. Agradecemos el don de sus personas y el haberse entregado hasta el final, para bien de la Iglesia y de nuestra querida.

 

Hermanas, pidan a Dios por nosotras!!

Madre Leonor Baqueriza Figueroa, O.P.

Nuestra Fundadora 1922 - 2018

Madre Leonor Baqueriza Figueroa O.P,  fue la fundadora de Nuestra Congregación de Hermanas Dominicas de la Doctrina Cristiana.

 

Madre Leonor, nació el 1º. De mayo de 1922 en México D.F. Sus padres Guillermo y Emma. Tuvieron tres hijas: Ma. Elena, Aurora y Leonor, que fue la mayor. Su padre dedicado a la fotografía en distintos aspectos y actividades, viajaba mucho, con la familia en el desempeño de su trabajo. Leonor fue la compañera inseparable de su padre, que en los viajes más cortos la llevaba consigo, mientras su madre esperaba su regreso con las dos hijas menores. Tanto su padre como su madre fueron muy sensibles al dolor de sus hermanos los pobres y los ayudaban siempre que podían por lo que sus  hijas siguieron ese buen ejemplo. No tenían ninguna religión  ya que su padre tampoco practicaba ninguna, aunque creía en Dios. Su padre murió muy joven, al estar su madre fuera de México visitando a unos familiares, así que las tres hermanas quedaron solas. Leonor tenía un poco  más de doce años.


Una familia recogió a las niñas, internando a las dos menores mientras Leonor estudiaba la secundaria, comercio y contabilidad, en forma simultánea. Tenía buenas aptitudes para el estudio y era trabajadora, así que ayudaba también a los quehaceres domésticos en los días y horas en los que no estaba en el colegio. Terminados sus estudios consiguió trabajo. También en sus ratos libres se dedicó al deporte y a otras actividades artísticas que le gustaban. A los 20 años se casó. Y a los 21 nació su única hija,  a la que llamaron también, Leonor. Su esposo enfermó de gravedad y murió cuando Leonor tenía 24 años y su hijita tan solo 3 años.  Fue entonces que se fueron a vivir con su hermana Aurora que ya se preparaba para casarse. Vivian muy cerca de la iglesia de san Vicente Ferrer de los padres dominicos  en México D.F. y ahí acudía su hermana Aurora  a orar  y a atender la catequesis. Estableció  en su misma casa un centro al que invitaba  a grupos de niños, acudían también sus madres que eran ayudadas por la familia. Se trataba de gente muy pobre.

 

CONVERSIÓN DE MADRE LEONOR.

Cuando había pasado un año aproximadamente ahí, su hija de Leonor sufrió la enfermedad del sarampión, como la mayoría de los niños, pero como su madre no había tenido ninguna enfermedad de niña, entonces se contagió y tuvo que pasar algunos días en cama. Fue entonces cuando su hermana Aurora puso en sus manos un ejemplar de los Evangelios que Leonor leyó con interés.  Era reflexiva y prudente en sus decisiones y no se precipito a actuar mientras no estuviera convencida, ni comento nada al respecto. Cuando se avecinó la fecha del matrimonio de su hermana, Leonor aceptó la invitación de su hermana de hacerse cargo de la dirección de la catequesis. Su madre Emma ya había notado el cambio de Leonor , como dedicaba casi todo su tiempo y dinero en atender a las familias pobres, catequizándolas y ayudándoles en la forma que lo necesitaban y ella podía y creía debía hacerlo.  Leonor proseguía estudiando, orando y trabajando sin descanso.

 

EL LLAMADO DE DIOS

Le  había dado el Señor el don de la fe y la gracia de vivir el dolor de sus hermanos, de preocuparse en servirles, ayudarles de alguna manera. Había recibido le Bautismo  dentro de la Iglesia Católica poco después de la muerte de su padre, junto con sus hermanas, llevada por las personas que las recogieron pero sin  preparación alguna sin convencimiento ni conocimiento de lo que se trataba. Esa fe se encontraba, sin embargo, latente en su alma. Madre Leonor, era naturalmente inclinada a la contemplación que comenzó a practicar desde muy pequeña con su padre, con quien aprendió a encontrar a Dios en su vida, en la de los demás y en toda la creación.
Cuando conoció a Cristo en el Evangelio, y quiso darlo a conocer a los demás para comunicarles la vida que ella había recibido, esa gracia creció de tal manera que sintió la necesidad de comunicarla a otras personas que pensasen, aspirasen a una entrega total a la causa de Dios, de la Iglesia, y dentro de la Orden Dominicana que ya había conocido y que también amaba, de la cual formó parte haciéndose terciaria dominica. En 1945 hizo su noviciado como laica dominica y en 1946 profeso como terciaria en el templo de san Vicente Ferrer en México D.F.

 
Al fundar varios centros de catequesis en barrios miserables pertenecientes a la Delegación de Tacubaya y Álvaro Obregón en México,  conoció más de cerca la miseria humana, y lo que más le dolía era notar la desintegración familiar que era general en aquellas  gentes que vivían en forma infrahumana en pequeñas casitas de cartón y trozos de la mina vieja o piedras, cuando no en cuevas formadas por las minas de arena que abundaban en aquellos contornos de la zona poniente de la ciudad de México, D. F.

 
Leonor nunca había conocido a la religiosas y no tenía idea de lo que esto significaba. Lo único que deseaba era entregarse al Señor en la transmisión de su mensaje  a los pobres ayudándoles también a salir de su miseria material, a que alcanzasen una formación integral que les ayudase a vivir como personas, como familias, maduras en la fe y capaces de ser buenos vecinos entre si  y ciudadanos, que trabajasen por un México mejor. Lo comunico  a su director espiritual, el P. Joaquín Peñamaría que la observaba y ayudaba con orientación cuando lo consultaba. Leonor tenía  capacidad para organizar, emprender todo aquello que la llevase a realizar su ideal. Había invitado  a varios catequistas de ambos sexos, algunos terciarios dominicos, que trabajaban con ella, especialmente los fines de semana.

 
El padre Peñamaría, al escuchar y observar sus proyectos y realizaciones le comentó que lo que estaba haciendo era “como una fundación”,  entonces le preguntó Leonor que si qué era eso. El padre le contestó que era algo semejante a lo que Sto. Domingo había hecho: reunirse a vivir en comunidad con otras personas que participaran de su vocación y misión. Ella había pedido a Dios  en su oración, le mostrase  su voluntad a través del P. Peñamaría a quien comunicaba sus anhelos y experiencias, y a través de ello y de los acontecimientos, sintió claramente lo que el señor le pedía, ya que le dio la Gracia de ver con claridad y seguridad lo que Él quería que hiciera.

 
Después de pedir las autorizaciones debidas, los dominicos en la persona de su vicario provincial en México el Excelentísimo Arzobispo de México P. Fr Claudio Fernández, O.P. acogieron con interés  la experiencia que comenzaba;  y el representante de la Iglesia en México, Excmo. Arzobispo de México D. Luis  Ma. Martínez, bendijo la obra y la aprobó constituyéndola en Pía unión, comenzando su vida con una semana de  retiro y oración, al final de la cual, el día 8 de agosto de 1948 tomaron el santo hábito dominicano,  las jóvenes terciarias dominicas, para comenzar su vida religiosa en una pequeñísima casita que Madre Leonor había construido muy cerca del templo de san Vicente Ferrer  y en donde se reunió con otras dos terciarias dominicas que solicitaron ser admitidas en la aún  naciente fundación.

 

La primera que se unió a Madre Leonor fue Carolina Delgado, que colaboraba con ella en la catequesis;  y después María Otero, que se unió  al grupo mismo de la  fundación. Aquella había invitado a dos compañeras que pronto abandonaron la comunidad. El propósito era vivir muy pobremente a imitación y en seguimiento radical de Cristo y así, desde el principio, la casita sólo tenía un catre de lona para cada hermana, una mesa y seis banquitos de madera y lo necesario para hacer y tomar los alimentos.

Madre Leonor había pedido al Señor le mostrase su beneplácito con esta obra sustentándola de ayudas o limosnas que no faltaron para que las jóvenes religiosas prosiguiesen lo comenzado con gran confianza en la Providencia de Dios y crecientes deseos de extender su Reino en la tierra con su apostolado entre sus hermanos más pobres, dentro de la Iglesia y la Orden Dominicana que desde el principio las acogió como miembros suyos. El llamado de Dios y el carisma que Dios infundió en Madre Leonor como don y regalo para la Iglesia, fue primero personal y ya madurado, para toda nuestra Congregación.

 

Continuará…

Rvdo. Fr. Joaquin Peñamaria Reixa, O.P.

1910 - 1974

Nació en Guadalajara, España, el 2 de noviembre de 1910, hijo de José Pérez Peñamaría, Capitán de Infantería del Ejército Español, destinado en aquél entonces como profesor del Colegio de Huérfanos de la Guerra, y de la Ilma. Sra. María Manuela Reixa. Fueron nobles, honrados y temerosos de Dios. Joaquín vivió y creció en un hogar cristiano. Fue el tercero de 12 hermanos. Cuando era muy pequeño su padre solicitó destino a Marruecos  participando en la campaña de África. Durante 7 años la familia vivió las vicisitudes de esta sangrienta guerra en la que muere heroicamente el padre de Joaquín. Cuando éste cuenta con 8 años es cogido por una banda de mozalbetes moros que a nivel de crueldad infantil le martirizaron.

 

Muerto el padre, regresa la familia a la Península. Ingresan los hermanos varones al Colegio de Huérfanos de la Infantería de Toledo. Días de vacación y vocación para Joaquín. Viven en el Callejón de los Tres Codos. Y las paredes del caserón que habitan se llenan de pinturas de Joaquín, que con toda precisión y arte va plasmando escenas de Vírgenes, santos y ritos religiosos. Compra candelabros de juguete, velitas minúsculas, monta pequeños altares con alguna mesa desvencijada que cubre con una sábana vieja y colocándose una casulla de papel fabricado y pintado, nos convoca a los hermanos para celebrar el santo sacrificio de la misa. Es entonces cuando la madre descubre un lío de ropas que envuelven un hacha, cerillas, trozos de pan y un libro de misa. Joaquín confiesa: quiere hacerse ermitaño. Surge la vocación religiosa. Prueba de seminarista en Alcalá de Henares y Valladolid, pero su espíritu inquieto no descansa y, sin motivos aparentes, pero con toda decisión, abandona ambas casas de religión.

 

A los 18 años sale del Colegio con estudios de Bachillerato y marcha a Madrid. Ahí trabaja ayudando a la casa. No es amigo de fiestas ni jaranas. No se le ve feliz, dibuja, pinta que es una maravilla. Escribe y canta. Verdaderamente es un gran artista. De gran imaginación, plasma  en sus dibujos y pinturas escenas de su  vida pasada y futura… y en todas estas escenas se le ve vestido de hábito o con ornamentos de culto. Nuevamente es llamado por Dios e ingresa con los dominicos en dos ocasiones, y es donde en Salamanca tomó el hábito dominicano. Realizó sus estudios en el Convento de San Esteban de Salamanca España. Ahí hizo sus primeros votos el 7 de abril de 1935, y se ordenó sacerdote el 5 de julio de 1942 en el Palacio Episcopal de Ávila, España.

 

Dio clases a los jóvenes estudiantes sobre Historia de la Cultura, Historia Natural, Física y Química, así como Dibujo. Daba clases de Espiritualidad y fue capellán de las monjas dominicas del convento de Dueñas  cercano al de san Esteban de Salamanca. En 1945 fue confesor y predicador de las Diócesis de Madrid y Alcalá. En abril  de 1946 llega a México, D.F. siendo asignado  como vicario cooperador en la capellanía de san Vicente Ferrer en San Pedro de los Pinos, D.F. Predicó desde su llegada con la elocuencia que lo caracterizaba, en las solemnidades de la Iglesia y de nuestra Orden. Su predicación fue para muchos fieles verdadera escuela de doctrina cristiana y dominicana. Era de admirar su agilidad mental y su memoria, ya que cuando hablaba parecía que leía textualmente trozos de la Sagrada Escritura y de otros autores a los que aludía.

 

Yo me entrevistaba con el P. Peñamaría  de quien el Señor se valió para orientarme en la fundación de nuestra Congregación de Dominicas de la Doctrina Cristiana. Él habló del proyecto a sus superiores quienes nos agregaron provisionalmente a la Orden, y el 8 de agosto de 1948, en el templo de San Vicente Ferrer recibíamos el hábito dominicano. Nos recomendó con el superior de Sto. Domingo, el P. Fr. Juan Menéndez, O.P. quien con gran caridad, en 1949 nos permitió alojarnos temporalmente en la casa contigua a Sto. Domingo, Leandro Valle # 11, cosa que favoreció nuestra relación con el P. Joaquín quien a partir de entonces  se constituyó, por así decirlo, en nuestro maestro de estudios.

 

Diariamente a lo largo de casi 3 años, con algunas intermitencias, nos daba clases entre 3 y 5 de la tarde, cosa que hizo con gran interés y eficacia. Nos hizo una síntesis de la doctrina de Sto. Tomás, clases de Sagrada Escritura, Espiritualidad, explicándonos, además, todo lo relacionado con nuestra vida y espíritu dominicano. Coincidíamos con la inquietud de trabajar unidos, como familia dominicana, en el apostolado especifico de nuestra orden y Congregación. Cuando el padre fue asignado a San Luis Potosí, Tampico, Aguascalientes, proseguimos en contacto, trabajamos algunas veces juntos en catequesis y misiones.

 

Tenía especial celo e interés por todo lo relacionado con el culto divino  y se dedicaba con empeño al ornato de los templos en donde estuvo. En San Vicente Ferrer fueron utilizados los dibujos que él hizo sobre algunos aspectos de la vida del titular del templo al decorar el presbiterio y la cúpula del altar mayor. Amaba tiernamente a la Sma. Virgen María de quien con mucha frecuencia hablaba, a N.P. Sto. Domingo, a quien se encomendaba diariamente rezándole el “Ospem Miram”. Las grandes figuras de Sto. Tomás y Sta. Catalina  también eran por él admiradas estimadas y predicadas.

 

Tenía celo por la propagación de la Orden en todos los niveles, y así fundo la revista  Apostolado, en 1951.  Se interesó  mucho por las vocaciones dominicanas, en lo cual  también algunas veces  trabajamos juntos para enviar algunos chicos a Tultenango, Mex., así como preparó a otros profesionistas que irían directamente a estudiar a España.

 

Su discreción es  grande, nunca se metió en los asuntos de nuestra Congregación sí no era para contestar sobre alguna consulta. Vivió la pobreza evangélica y dominicana con entereza y autenticidad. No le faltaban algunos pesos en la bolsa para ayudar, especialmente a los necesitados, o a los encarcelados a quienes también confesaba y celebraba la Eucaristía. Charlaba con ellos con aquella simpatía, agudo ingenio y sentido del humor que le caracterizaba. Así ganaba la amistad y confianza de aquellos hombres  desechados por la sociedad y que él proseguía visitando en su encierro.

 

Fue en Tampico, Tamps., en donde permaneció  más tiempo. Además de cumplir con su deber en las dos iglesias en donde estuvo trabajando, fue profesor del Seminario Conciliar (Teología Pastoral, Homilética y Oratoria Sagrada, Teología Dogmática).

Trabajó con empeño y perseverancia con los caballeros de Colón asesorándoles e instruyéndoles en la doctrina cristiana en sus reuniones. Le confirieron el Tercer Grado, con cuyas insignias se presentó algunas veces en las ceremonias religiosas y sociales a las que con ellos acudía. Por su petición escribió en el periódico un buen número de artículos de gran interés cultural y religioso contemporáneos. La última vez que le visité me recordó lo que ya había pedido por escrito al provincial cuando se sintió enfermó “que a la hora de su muerte recogiésemos su cuerpo y lo enterrásemos junto con nosotras”.

 

Para todos  fue un fraile más, en su sencillez y humildad pasó desapercibido para muchos, pero ante el Señor, cuyos designios no son los nuestros, creo que cumplió su cometido, con su recia y especial personalidad sacerdotal y dominicana enmarcada en un alma de artista que vivió intensamente los distintos momentos de su vida, rígido, pero con un gran amor a todo lo auténtico y vital dentro de la Iglesia y de la Orden a quienes amó y fue fiel hasta el final. El Señor recogió su alma el día 1° de septiembre de 1974 precisamente cuando terminaba de celebrar por última vez la santa Misa en el altar del templo de nuestra Señora del Rosario en Aguascalientes, Ags. Fue  sepultado  el día 3 de septiembre de 1974 en el Panteón Tarango en México, D.F.; por 34 años descansó en este lugar. Sus restos fueron trasladados el día  23 de mayo de 2008 a las criptas de la Casa General. 

 

Escrita por M. Leonor Baqueriza Figueroa, O.P. (Nuestra Fundadora)

1 / 1

Please reload

bottom of page